El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

domingo, 28 de marzo de 2010

Ojo en la tinta: 1° Festival de Narrativa Vs Poesía


Nota sobre Ojo en la Tinta

Durante el mes de octubre del 2009 se llevaron a cabo cinco encuentros con la nueva literatura contemporánea y “underground”, en el primer festival de literatura “Ojo en la Tinta”, bajo la premisa de Poesía Vs Narrativa; no con una intención de discordia o de competitividad, más bien como un encuentro amistoso, en el que se expusieran los trabajos literarios de jóvenes que están embarcados en ese camino, un tanto pedregoso, de la creación literaria.

Para este fin se invitó a diferentes grupos literarios, que de manera autónoma  abren sus espacios en el escenario de la literatura bogotana. De esta forma el 1° Festival de Narrativa vs Poesía contó con miembros de grupos literarios como La conjura de los necios (Café literario y Taller de Creación literaria de la Biblioteca Pública El Tintal Manuel zapata Olivella), Grupo de poesía Aldabón (Taller de Poesía de la Universidad Pedagógica), Los Cuervos (grupo literario de Suba), y los grupos independientes Caterva literaria, Remington, Periferia Literaria, entre otros, quienes leyeron y compartieron textos de su propia creación, en espacios como la Biblioteca Pública el Tintal, la Biblioteca Pública Virgilio Barco, la Biblioteca Pública de Suba, el Jardín Botánico y la Biblioteca Pública Ricaurte; escenarios localizados en diversos contextos de la ciudad de Bogotá.

Fruto de una gestión autónoma, se ofreció un espectáculo particular a personas de diferentes estratos, condiciones y ocupaciones, de forma gratuita y sin ningún interés de retribución económica.

Dichas jornadas se caracterizaron por tener como objetivo el entablar una plática amena entre los diferentes grupos literarios, con el fin de que las diferentes gestiones en torno a la literatura no queden limitadas a ciertos círculos donde se desconoce el trabajo de los otros. Con este propósito, los recitales se perpetraron acompañados por un diálogo familiar entre los invitados y el público asistente.

“Para cerrar con broche de oro” al finalizar el festival nos acompañó la escritora colombiana Piedad Bonet, quién no solo compartió con nosotros sus poemas, sino que nos contó sobre su oficio de escritora, sugiriendo algunos consejos a partir de su experiencia, a aquellos jóvenes que se aventuran al ejercicio de la escritura, dejando claro que es un camino de mucha disciplina y talento.

Al final de este primer “Ojo en la Tinta” nos invadió un sentimiento de gratitud  con las personas que desinteresadamente nos ofrecieron su apoyo; igualmente  con el grupo interesante de personas, que oscilaban entre 20 y 50 asistentes por evento, que con buena atención y disposición estuvieron a lo largo de todas las jornadas.

Por todo lo anterior vale recalcar que nos queda un gran sentimiento de satisfacción por el ejercicio realizado, teniendo en cuenta que ha sido nuestra primera experiencia,  la cual se encuentra en aras de mejorar.                 

Jenny Paola Bernal
Comité Organizador.

Yolanda Araque Osorio


Cursó estudios de Literatura en la Universidad Nacional de Colombia, donde recibió  clase con los profesores David Jiménez Panesso, Marina Kuzmina, Fabio Jurado Valencia, Luz Mary Giraldo y Harold Alvarado, entre otros.
Durante la realización de un seminario sobre Neruda, conoció al escritor y poeta colombiano Henry Luque Muñoz, con quien sostuvo una corta pero bella amistad algunos meses antes de su fallecimiento.
Una tarde de sábado, algún tiempo después de haber regresado a vivir a Bogotá, encontró en un salón de la Biblioteca Pública el Tintal un singular grupo de trabajo, por aquel entonces denominado el Café Literario, y ahora reconocido en este feliz encuentro como “La conjura de los necios”, un grupo literario conformado por distintas edades y generaciones, todas ellas reunidas bajo el entusiasmo del papel y la tinta, en suma de aquello que bordea el antiguo ejercicio de la Literatura.


Visión vespertina

De vez en cuando, es bueno detenerse
Para mirar los rostros de las gentes
Y darse cuenta.

A veces es bueno
Sacar a pasear la soledad un rato
Y entretenerla mirando las vitrinas
O sencillamente mirando hacia abajo,
Hacia donde los pasos
Gastan afanosamente el pavimento de las calles.


Aparición

Allá ibas
Como queriendo convertirte en lejanía.
La mirada inclinada
El andar poco firme
Casi apenas soportando
El persistente eco del que está
                                                “ya para siempre ausente”…

Yo, desde estos ojos que sólo
Saben estar vez tras vez perdidos
Alcancé a mirarte.
Y vi cómo volvías a aparecer,
Indescifrable incógnita,
Entre mis pensamientos.

Roberto Balbastro


Viajero ambicioso. Nació en Bogotá en 1983. A los doce años se escapó de la casa, viajó al Brasil a pie hasta llegar al atlántico para luego embarcarse como polizonte en un barco con destino a Marruecos. Luego de vagar seis años por viejas ciudades del medio oriente, que van desde Bahdad, El Cairo o Beirut, ganándose la vida como saltimbanquis, decidió dedicarse enteramente a la escritura.  En Dublín, en el año 2002, entabló amistad con el famoso poeta George  F. Machen Wilde con el cual fundó el grupo de poetas y escritores sobrenaturales llamado Water and mirage (agua y espejismo). Actualmente, luego de su regreso a Colombia, se dedica al estudio de la obra del desaparecido escritor de ciencia ficción Rene Rebetez. Es uno de los fundadores del grupo literario “La conjura de los necios” que se reúne los días sábados en el taller de Creación literaria de la Biblioteca Pública El Tintal Manuel Zapata Olivella.


EL ESTANQUE EN VACACIONES

Muerta la rana, Lauren quiso sabe qué contenía por dentro el animal. Dejó de chapotear en el viejo estanque que quedaba detrás de la finca de sus abuelos, volvió a la cocina de la abuela y vio que estaba en el corral dándole de comer a las gallinas, cogió el cuchillo con el cual la abuela partía el pan, se lo ajustó al cinto y regresó al vetusto estanque de aguas turbias donde la rana había muerto de vieja. Estuvo contemplándola por un rato sin atreverse a nada, al cabo de unos minutos se decidió a hacerlo; se agachó y con la astilla de un árbol le dio vuelta a la pálida occisa que había quedado bocabajo, sacó el cuchillo del cinto y lentamente fue haciéndole una incisión de arriba a abajo en su estomago.
 Muerta la rana, y con el estomago abierto como una flor matinal, Lauren hurgaba dentro de ella con el cuchillo de la abuela, nada de lo que veía y olía parecía inquietarla, parecía diestra en el oficio de abrir anfibios muertos de senilidad. Sacó todo lo que el animal tenía dentro dejándola como una simple bolsa vacía, le parecieron bonitos los colores de los intestinos que tenía a sus pies; de un azul opalino roseados con una pátina rojiza. Los cogió y se los pasó por la cabeza ajustándolos en su cuello como un hermoso y viscoso collar ¡Qué hermosa me veo!
 Muerta la rana, Lauren sintió pesar por ella de tan arrugada que estaba sin su relleno vital, pensó en implorar una oración por su alma pero todavía no le habían enseñado a hablar con Dios en la escuela, quiso devolver todo lo que había sacado del estomago de la rana pero no quería quedarse sin su collar. En última instancia se le ocurrió cavar una fosa para ella.
 Muerta la rana, y con la fosa ya cavada, a Lauren le pareció que no era correcto tirar  la rana a la fosa así no más, como un simple animalucho, después de todo ella, la rana, le había ayudado a entretenerse en la finca de sus abuelos. La vida en la finca de los abuelos era aburrida sin sus primos.
 Muerta la rana, Lauren pensó que era mejor prenderle fuego, no sabía por qué pero algo le decía que era lo mejor para ella. No quería dejar a la rana ahí, sola, pero tenía que ir a la cocina de la abuela por unos cerillos si quería darle cremación. Estuvo un momento pensando qué hacer. Hasta que lo supo.
 De tan muerta que estaba la rana y como si le arrojaran una sabana encima a Lauren, un ligero hedor la empezó a envolver de arriba a abajo. Llevó sus manos a los bolsillos de su pantaleta y sacó un frasquito de perfume que siempre llevaba con ella, porque era el perfume de su muñeca barbie que le habían regalado en su cumpleaños. Lo destapó y vació lo que quedaba de contenido sobre el cuerpo inerte de la rana.
 Muerta la rana ya no olía tan mal. Bañada en perfume seguía igual de muerta. Lauren regresó a la finca, se detuvo en la cocina de la abuela, arrastró una silla a un rincón y cogió una cajetilla de cerillos de la repisa. Caminaba de regreso al estanque cuando oyó la voz de la abuela que desde el gallinero la llamaba, Lauren sabía qué quería; ya era demasiado tarde para estar jugando en el estanque.
 Muerta la rana, Lauren supuso que si dejaba pasar el tiempo encontraría a la rana más muerta que desde cuando la dejó, no hizo caso de la abuela y regresó al estanque. Cuando estuvo allí de nuevo vio el cadáver a pesar de la tenue oscuridad, verdaderamente parecía una simple talega vacía.

Henry Alexander Gómez

--> --> -->


Bogotá (1982). Profesional en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y estudiante de Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Su libro Cartografía de la luz ganó el XXVI Concurso Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia; con el libro Georg Trakl en el ocaso fue Segundo Premio del IX Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía; ganador del Concurso Nacional “La poesía de la vida cotidiana” - Casa de Poesía Silva.

Ha publicado los libros Memorial del árbol (2013), premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y Teoría de la gravedad (2014), publicado en Quito, Ecuador. Sus poemas aparecen en los libros Raíces del viento (2011), en la antología Postal del oleaje: poetas nacidos en los 80. Colombia-México (2013), y en diferentes revistas de Colombia y el exterior. Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com).





Del libro Teoría de la gravedad (2014)



En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas

Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.

Íbamos por la mitad del pueblo arreando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.

Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.

El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.

Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos y sus cercas.

Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.

Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.

Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.

Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.
Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo de la vocal del mundo.

Corría la vaca por el río y mi abuela la seguía desde la orilla,
entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.

Mis cinco años arreando el sueño de loco de mi abuela Ana. En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.

Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos vegetales, llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina,
en una ceremonia de bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora
hechizado el ocaso en una brisa de peces muertos.

Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad
en cualquier balcón desvencijado de la vida. En el mañana
o en el ayer, es floración la noche cerrada.

A la orilla, sobre la piedra bañada, boquea todavía la vaca Golondrina
tragando tajos de luz. Muge mientras puede.



De libro Memorial del árbol (2013)



El ángel negro de la isla de Kampa

Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren solos.
Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras:
“Kateřina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”




Hay soles que caen

Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.

Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
                                                    y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.




Incandescencia

Escucho,
                 palpo,
                 a cada instante,
                 la voz
                 en la pupila extranjera.
He descifrado su desvelo,
el latigazo de una música antigua
                 que desorienta los rayos del sol.

¿Puedes escribir sobre la línea del árbol?
¿Puedes envenenar el trueno
                                           que rodea
                                                           la luz del vigilante?



Georg Trakl en el ocaso

Un rostro púrpura se ciñe al abrazo calcinado de la noche.
El espíritu oscuro de los bosques, las sombras venenosas,
el grito moribundo de los guerreros otoñales,
cubren de opio el azulado cuerpo de espino.
Aletean los murciélagos alrededor del joven que sueña.
Se escucha un lamento crepuscular.
El niño Elis le besa la frente sangrante
y la hermana juega con alcoholes mortíferos,
deambulando entre los catres del centro hospitalario.
Qué luna más amarga,
cuánto silencio sobrevive en el canto último del mirlo.
Tierra negra amasa una música nocturna
y se extingue un corazón huérfano de flores amarillas.
La tumba aguarda a los ángeles caídos;
un venado azul corre en delirio a la primavera.




De libro Diabulus in música (2014)




Johnny Cash

Enterré el puente de mi guitarra en el aire, sacudí las polillas de mi sombra y cultivé el vapor de la música sobre el heno de los días, a un lado de la carretera, donde los mundos se fecundan.




Jim Morrison

Desde lo alto de la duna dejo caer una escudilla que rasga un aire extraño que acecha mi presencia. Ancianos ángeles amasan mi saliva con arena. ¿Quién acompañará mis huellas para descifrar el verdadero rostro de la luz?

Romper el cristal. No hay noche más fría. El nombre del desierto me persigue. Las puertas se derrumban.

Con el hueso roto del coyote buscaré mis años perdidos junto a un demonio que trama el antiguo imperio del cielo.




Janis Joplin

Inútil es viajar entre el olor de la ceniza, sepultar amapolas en las mandíbulas del ángel ciego.

Canción de la infancia: fumar el opio de la piel y beber la última gota de un blues de la botella más oscura de un bar de Louisiana. El pulmón amordazado mientras el gramófono suena a Bessie Smith o a Billie Holiday.

Una huella descalza la delata, la delata su sombra transparente.

Hurga una grieta en la penumbra. Descúbrete impedida para contar la multiplicidad de nubes que rodean tus dedos.

Es bello vigilar desnuda al sol cuando anochece: la orgía de su voz baja cóncava al interior de la tierra.




John Bonham

En el grito del árbol encontrarás la semilla. Mi escritura viaja al galope del viento entre los cascos del caballo. Esta tierra se adelgaza ante el trueno del agua en el pecho de un pájaro.

He dejado al granizo sin aliento.




Jon Lord

Recogí de la neblina en la mañana cada uno de los hilos que expanden las yemas de mis dedos. Hilar es mi destreza, la certidumbre de dormir en una cavidad de sonidos que arden como diluvio perpetuo.

Un flameo inmutable me sigue a todas partes: una tela de música que hoy es mi mortaja, una sonata que ordena a un tiempo la dinastía secreta de un centenar de relámpagos.

Mi corazón es la rueca, la bruma el ovillo, mi música, una calina de fuego que lo ha envuelto todo. 




Pappo Napolitano

Me reconozco en el polvo del adiós, en las piedras errantes: con un hilo de viento me hice un collar de caminos.

Dejo el diapasón de mi guitarra bañado por un rumor de flores vestidas por la lluvia. Dejo mi amada Harley Davidson con la que probé el peso de la fe y la pulsación de la muerte. Hay una canción de espejos y lumbres al final de la autopista.

Nada vale más que un viejo blues cortejando las voces aromáticas del sueño.




Ronnie Van Zant

Al amanecer, algún extraño viajero señala con el dedo un pájaro que guarda el nombre de todos los pájaros.

Su vuelo ha dibujado, en el corazón abierto del alba, cada hilo de acero con los que un niño ovilla el paraíso de mis alas.




Ian Curtis

Hoy tengo la mirada hecha de tierra para arrojar un puñado al vacío, el espíritu de papel para prenderle fuego y hacer con las cenizas música para sujetar mi destino. 

Vengo de abrir una hendidura donde la luz se reconcilia con la muerte, de atar mi cuerpo hueso por hueso a la llama de mi voz, como la danza de Caín en la sonrisa oscura del miedo.

Hoy tengo la boca en la mitad del pecho con una paloma agrietada en la garganta. 


El aire está roto en pedazos. 


Andrés Acosta Díaz


Andrés Acosta Díaz nace en la ciudad de Bogotá en el año de 1987. Realizó sus estudios de colegio en esta misma ciudad. Actualmente cursa quinto semestre de la Licenciatura en Psicología y Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional, donde además hace parte del comité editorial del periódico de estudiantes “Aldabón”; sus poemas hacen parte de ésta publicación. Ha participado en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá, dirigido por el Poeta Rafael del Castillo Matamoros.


A TIENTAS
Deja que mis manos
Se auxilien
De tu inocencia.
(Poema)
Si las palabras tuvieran alas
volarían mis pensamientos por los rincones de la habitación
o inocuos por tu cabeza                 acariciándola

Si por casualidad caminaran los oídos
y por las calles retumbaran mil nombres
el nombre de mi padre haría gran eco
y los ojos de la gente los perseguirían.
Luego una esquina fuera su morada
y con un amigo de paso, quien observa
mendigaran abrazos a quien pregunta
¿A dónde van mis manos?
¿Por qué escriben mentiras en el aire?

Ahora mis cosas
y mis amigos,
todos se fugan por entre las venas
los poros de mi piel se abren para sí
la carne no es más que carne…

Si las palabras tuvieran alas
si el oído derecho no se hiciera el sordo al izquierdo
si mis manos entonces no escribieran mentiras
mis pies no vagarían sin rumbo
y de nuevo sería yo

Los latidos se han ido repitiendo alternados.


DECLARACIÓN

De pecados está colmado el mundo
no se soportan los males en los osarios
cada quien carga una pena
en realidades apenas visibles
teñidas de efigies cultas morales
¡y todos, todos
vuelan con rumbos distintos!
No lo tomes a mal
te declaro desde este momento
un pacto de paz
para ser los custodios de la esperanza.
Que no escape.
De hoy en adelante
ella
será nuestro pecado mortal inmoral
y nosotros
los nuevos males
que habiten los osarios del pecado.

Jacobo Díaz Arana


Nacido en la ciudad de Bogotá, en el año 1978.  Bachiller del Fumparcal.  Estudió música en la Sinfónica Juvenil y en la escuela Cristancho. Estudió de Cine y fotografía en la Unitec. Acaba de publicar un libro de poemas de nombre “CAMINO”. Ha realizado un viaje al exterior, España, donde conoció esa cultura; además ha conocido de manera paulatina nuestro país, sus costas y su selva. 


AGUA

Tú que no eres roca, no eres montaña.
Muda lisa gota, álgida en río que brama
Y te llaman llanto, estás en el rostro,
Como le dicen a lo que duele hondo.
Cuando haces de mar ahogas al sol,
Cuando haces de orilla bañas al sol.
Al fin agua y mojado aquel mundo.
Tanto que te cobijas con su sudor.
Y ríe en las olas, y ríe en las ondas;
Si que tu suenas aquellas caracolas. 
Y brillante, y piel líquida, y fresca.
Aquel hogar de los peces que besan.    


EL GRITO AGUARDA AL ESPECIMEN

Por frente distinta, igual estuario,  
Amapolas tan nutridas como el verbo,
A sus palmas una línea de agua,
Como en el cerebro un tallo de fuego; 
Cuando al árbol aquel total rayo,
Rayo que inunda aquel árbol;
Tú tendrás el polen en sus sentidos,
Sentidos al umbral acallado;
Que de la pared brota el día;
De no ser definido goza ese día, 
Cómo hiciera tarde aquel fuego; 
Como de lo transparente el vaho;
Caracol, barro, cristal, viento;
Para el total cielo la guadaña;  
Que las nubes el agua llevan,
Que las nubes el trueno levan,
Su viento fugado, su aliento penante, 
Por el canto sin tregua provistos, 
Contra la suerte de aquel tumbo;
Regar el agua, quemar el fuego;
Como al dormir el reflejo fugaz,    
Los labios penetran los ríos; 
Y se despedaza la figura;
No dejar bocado al enemigo; 
De las moldura por su asechanza;
Sólo retazos de agua y de fuego;
Tropel de humos por la querella
Cómo muchedumbre de hechizos
La querella de acostar la esfinge;  
Aquel grito aguarda al espécimen;
Animal apenas, mimar aliento;
Moteada oscuridad, redoble de haz;
Tú prueba la ruta sí que filtra;
En el borde aquella materia;
Fijándose en el cuerpo atragantado;
Hasta la raíz tu mimado delirio,
Contra ese espejismo asustado;   
En el verano pasado el crujir,
Queríamos quemar el instinto;
Como la huella pide lava,
Por el vientre de silaba forzada,
Que las tareas nuestros chorros,
Y toda esa sed de culminar el rito, 
Por el esqueleto de tu lengua,
Todo se une como saliva a la selva,
Selva que no deja lugar sin tallo;
Tan adheridos que apenas oscuridad, 
Que en el desparpajo las rasgaduras;
La herida sin herida, respiro incansable, 
Nada tendrá la muerte en la mano.