El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

lunes, 22 de marzo de 2010

Ingrid P. González

Nació en Bogotá, Colombia (1990). Cuentista, cronista y algunos dicen que poeta. Ha realizado estudios sobre creación literaria en el Taller de Crónicas Barriales (2007) y en el Taller de Escritores U. Central (2009). Actualmente participa en el Taller Virtual de Escritores (Fund. Gilberto Alzate Avendaño y U. Central) mientras  cursa un pregrado en la Universidad Pedagógica Nacional.
Primer puesto en el concurso de ensayo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño con el tema “Literatura, cultura y paz en Colombia” (2007). Jurado en el Concurso de Cuento, Poesía y Artes Gráficas del SENA (2009). Ha publicado crónica en la Antología de Crónicas Barriales y en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango (2007), como poesía en la revista Gavia (U. Distrital, 2009).
Invitada a diversos recitales como: Recital Internacional de Poetas Jóvenes (Primer Festival del Libro); Recitales I, en el marco del Primer Encuentro de Artes Jóvenes Latinoamericanas (2009); “La palabra tiene la palabra”, U. La Salle y Fundación en Arcadia Ego; y Narrativa Última, Grupo Caterva (2009). 
Parte del Grupo Remington y redactora de la revista Palabrero Virtual, así como del equipo de redacción de Recitales Góticos Bogotá.  


Bad religion

Ya…creo que me cansé.
No vuelvas a llamarme, por favor. No te imaginas el color naranja que sube a mi frente cuando la bocina del celular escupe tus celos reprimidos y me pone al descubierto, entonces todos se ríen de mí. Espero comprendas que no es lo mismo humillarme ante tus rodillas pálidas que frente a mi espejo todas las mañanas.
Te voy a devolver todas las colonias que me diste…No creas, yo sabía que no te gustaba mi olor natural; además debo confesarte que los señores Perri, Hugo y Ralph fueron a posarse sobre el pelo del perro, ése, el que una noche te rompió las medias de seda y entonces me juraste una muerte al sexo. En verdad estabas bravísima. Cosa que ahora ya no me altera, desde que por ser una idiota coincidencia tu mejor amigo estrelló tu carro contra el mío y tú me recomendaste visitar al oftalmólogo. Pero sabes que eres muy sabia… ¡Que man tan ciego al querer estar contigo!
Yo nunca odie tu silencio. Y si te miraba la espalda no significaba que tus chillidos se los tragara tu muda lengua, créeme. Solamente no te daba la cara porque yo bien sabía que llorabas por otro. Sí, sí…desde siempre lo supe, no te dejé porque detesto las sabanas frías. Tú sólo sabes cuánto.
Pero sería un completo mal agradecido sino aplaudo tu spaghetti, aunque me sabe igualito al del restaurante que está cerca de tu trabajo. ¿En verdad alguna vez me cocinaste otra cosa que no fueran las bolas? ¡Ah!…Allá tu y mi cocina.
Entonces, y por si las matemáticas no te dejan pensar en otra cosa que no sean sus números, ––señora finanzas–– para que entiendas, me estoy echando de tu vida. ¿Sabías que para eso no se necesita tocar platillos ni hacer una carta de invitación?
Si, nena, close tu boca.
Otra cosita. Yo no soy tu dios ni tu néctar ni tu chofer ni tu botones,  ––¡malditas tardes de cargar bolsas por todo el centro comercial!–– mucho menos tu mortal. Recuérdame como tu peor creencia, como la bad religion que te sacaba hasta la última gota de fervor, éxtasis y rabias, ––dinero también–– ahora mismo que te arrepientes de haberme dedicado aquella canción de ese grupo mexicano. 
Acuérdate también cuando llevabas mis pasos hacía ese montón de gente con ínfulas áridas y te dirigías a mí no precisamente como tú “cielito”; vomitabas mi nombre secamente, llamándome como tu sirviente, presentándome como si fuera la persona conveniente en tus contactos, mostrándome como tu manager. ¡Ja! Y yo únicamente iba para probar los cócteles y mirar piernas educadas…
Ahora también te voy a admitir cada una de las cosas que sospechaste de mí. Mándame al carajo, acúsame de ladrón, de aprovechado, de promiscuo, de llorón, de inmaduro, porque de todo eso tú eras la razón. Ya lo he oído de tu boca. Pero sólo quiero tus disculpas y mis razones sean validas antes de sacarme completamente de tus deseos. Y como siempre tú no quedes mal.
También tienes mi autorización para expectorar sobre mi fama las veces que quieras. Nunca me ha importado escupir hacia arriba.
Finalmente y para no terminar esto en una demanda por calumnia, voy a decirte que, honestamente cuando te hallé no sabía por qué, ahora no sé dónde ponerte.
¿Cabe tu ego en mi bolsillo?

El hombre que quieres electrocutar con el secador,
Abri1 19 de 2004. Bogotá Colombia

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