El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

domingo, 28 de marzo de 2010

Marcelo Del Castillo




Antes que escritor marginal como toda la literatura que se ha escrito en el mundo, soy un lector infatigable, diverso y caótico. Leo hasta los papeles caídos en las calles, de los cuales considero un potencial detritus universal con el cual escribiré un libro invencionario de ficciones recicladas de esa misma realidad, haciendo una especie de ecología literaria: contribuyendo así disminuir una infimomillonésima parte la basura con la que estamos indiferentes ahogándonos junto con el planeta entero. De la dramaturgia audiovisual me apropie de sus técnicas de elaboración creativa para utilizarlas en la escritura de mi ópera prima de novela "EL SUEÑO DEL PERRO", ante la imposibilidad de una puesta en escena de un guión original donde personajes buenos quieren hacer maldades y sus tentativas generan situaciones de risa: es una comedia que contiene conexiones temáticas con el género de la novela negra. Un Aforismo como filosofía de vida: "Yo quería regalarle al mundo, una palabra. Como no pude, me hice escritor": Stanislaw Jercy Lec. Polaco. Aforista de aforistas. Escapó de un campo de exterminio alemán vestido de soldado nazi.

 

 Desasosiego

“No quiero huir de ti, sino de mí” le dijo ella.

Esa situación en la playa le empezaba a aburrir, a fastidiar. Sabía que ya nada iba a ser como antes. Tengo que sucumbir, pensó. Tampoco el desconocido que la acompañaba le significaba nada en ese momento.

“Y qué haces”
“Vendo afiches, recuerda” dijo él.

Ella no recordaba; o no quería recordar. Le asomaban a su mente destellos de recuerdos como el sonido persistente del timbre. Se tambaleaba borracha agarrándose con la mano en el pomo de la puerta abriendo y cayéndose frente a la cara sorprendida de un vendedor ambulante que le ofrecía afiches. Despertó con escalofríos protegida con una cobija, mientras ese mismo extraño la saludaba, sonriéndole. Se quedó velando su sueño profundo. Miró su reloj de dígitos luminosos, son las tres pasadas, no he comido nada. Vio en la nevera una cerveza y la destapó. Se preparó un sanduche y recorrió el apartamento. En las paredes cuadros originales de pintores famosos. Los admiró con devoción. Apreciaba el arte de verdad y no esas burdas reproducciones con las que sobrevivía. La cerveza le dio ganas de orinar. En el baño encontró sobre un espejo un polvo blanco, y una cuchilla de afeitar partida en dos. Estaba apartada. La idea de que aquella mujer, seguramente dueña de esos cuadros, se quería cortar las venas, lo perturbó. Volvió a contemplarla en el sofá de la sala con un sueño profundo.
Caminaban sobre la arena ardiente de la playa. Las olas les refrescaban los pies como un bálsamo. La brisa escasamente soplaba y era tan caliente que el aire reverberaba en el atardecer. Sudaban. Ella lo miró altiva queriendo demostrarle así su superioridad. El iba detrás en silencio, pensando que acompañaba a una loca, y se creyó también otro chiflado porque le siguió la corriente cuando le propuso ir al mar que tanto anhelaba conocer.

Ella se daba cuenta que su vida estaba vacía, sin sentido. Sabía que de ésta ya no quería salir, deseaba hundirse más, sucumbir definitivamente. Al verla adentrándose más y más la arrastró hasta la orilla y la dejó allí muy asustado. Recordó aquella poetisa que se adentró en el mar, desapareciendo. Estalló en un llanto que se confundía con el agua de las olas que le golpeaba el rostro. Lo insultaba jadeando derrumbada apenas vestida con ese camisón que se le pegaba a la piel, delatando que estaba completamente desnuda. El sintió una erección al verle el espléndido cuerpo húmedo.

“La vida es dolor y sufrimiento, pero todo es pasajero.”
Ella al oír esas palabras del desconocido, sintió un alivio placentero. Había encontrado a alguien que por fin le importaba su vida. El seguía ahí agitado viéndola sollozar.

Le extendió una mano. Ella le alcanzó las suyas. A ella se le iba disipando ese desasosiego acendrado en su alma que le parecía que ascendía y descendía como las olas del mar.

Después caminaron una detrás del otro, viendo juntos que el sol se opacaba en el horizonte.

0 comentarios:

Publicar un comentario