El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

domingo, 28 de marzo de 2010

Roberto Balbastro


Viajero ambicioso. Nació en Bogotá en 1983. A los doce años se escapó de la casa, viajó al Brasil a pie hasta llegar al atlántico para luego embarcarse como polizonte en un barco con destino a Marruecos. Luego de vagar seis años por viejas ciudades del medio oriente, que van desde Bahdad, El Cairo o Beirut, ganándose la vida como saltimbanquis, decidió dedicarse enteramente a la escritura.  En Dublín, en el año 2002, entabló amistad con el famoso poeta George  F. Machen Wilde con el cual fundó el grupo de poetas y escritores sobrenaturales llamado Water and mirage (agua y espejismo). Actualmente, luego de su regreso a Colombia, se dedica al estudio de la obra del desaparecido escritor de ciencia ficción Rene Rebetez. Es uno de los fundadores del grupo literario “La conjura de los necios” que se reúne los días sábados en el taller de Creación literaria de la Biblioteca Pública El Tintal Manuel Zapata Olivella.


EL ESTANQUE EN VACACIONES

Muerta la rana, Lauren quiso sabe qué contenía por dentro el animal. Dejó de chapotear en el viejo estanque que quedaba detrás de la finca de sus abuelos, volvió a la cocina de la abuela y vio que estaba en el corral dándole de comer a las gallinas, cogió el cuchillo con el cual la abuela partía el pan, se lo ajustó al cinto y regresó al vetusto estanque de aguas turbias donde la rana había muerto de vieja. Estuvo contemplándola por un rato sin atreverse a nada, al cabo de unos minutos se decidió a hacerlo; se agachó y con la astilla de un árbol le dio vuelta a la pálida occisa que había quedado bocabajo, sacó el cuchillo del cinto y lentamente fue haciéndole una incisión de arriba a abajo en su estomago.
 Muerta la rana, y con el estomago abierto como una flor matinal, Lauren hurgaba dentro de ella con el cuchillo de la abuela, nada de lo que veía y olía parecía inquietarla, parecía diestra en el oficio de abrir anfibios muertos de senilidad. Sacó todo lo que el animal tenía dentro dejándola como una simple bolsa vacía, le parecieron bonitos los colores de los intestinos que tenía a sus pies; de un azul opalino roseados con una pátina rojiza. Los cogió y se los pasó por la cabeza ajustándolos en su cuello como un hermoso y viscoso collar ¡Qué hermosa me veo!
 Muerta la rana, Lauren sintió pesar por ella de tan arrugada que estaba sin su relleno vital, pensó en implorar una oración por su alma pero todavía no le habían enseñado a hablar con Dios en la escuela, quiso devolver todo lo que había sacado del estomago de la rana pero no quería quedarse sin su collar. En última instancia se le ocurrió cavar una fosa para ella.
 Muerta la rana, y con la fosa ya cavada, a Lauren le pareció que no era correcto tirar  la rana a la fosa así no más, como un simple animalucho, después de todo ella, la rana, le había ayudado a entretenerse en la finca de sus abuelos. La vida en la finca de los abuelos era aburrida sin sus primos.
 Muerta la rana, Lauren pensó que era mejor prenderle fuego, no sabía por qué pero algo le decía que era lo mejor para ella. No quería dejar a la rana ahí, sola, pero tenía que ir a la cocina de la abuela por unos cerillos si quería darle cremación. Estuvo un momento pensando qué hacer. Hasta que lo supo.
 De tan muerta que estaba la rana y como si le arrojaran una sabana encima a Lauren, un ligero hedor la empezó a envolver de arriba a abajo. Llevó sus manos a los bolsillos de su pantaleta y sacó un frasquito de perfume que siempre llevaba con ella, porque era el perfume de su muñeca barbie que le habían regalado en su cumpleaños. Lo destapó y vació lo que quedaba de contenido sobre el cuerpo inerte de la rana.
 Muerta la rana ya no olía tan mal. Bañada en perfume seguía igual de muerta. Lauren regresó a la finca, se detuvo en la cocina de la abuela, arrastró una silla a un rincón y cogió una cajetilla de cerillos de la repisa. Caminaba de regreso al estanque cuando oyó la voz de la abuela que desde el gallinero la llamaba, Lauren sabía qué quería; ya era demasiado tarde para estar jugando en el estanque.
 Muerta la rana, Lauren supuso que si dejaba pasar el tiempo encontraría a la rana más muerta que desde cuando la dejó, no hizo caso de la abuela y regresó al estanque. Cuando estuvo allí de nuevo vio el cadáver a pesar de la tenue oscuridad, verdaderamente parecía una simple talega vacía.

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