El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

lunes, 26 de julio de 2010

María Emma Guerrero

De su paso por la Normal le quedaron no muchas amigas pero si recuerdos de las noches de sábado, las sabanas remendadas al colchón para evitar los castigos de la Directora en la revisión de los dormitorios, los primeros tabacos en la intimidad del oratorio y los desayunos de los miércoles: café y pan con mermelada. Se vio abocada a la incertidumbre de finalizar sus estudios y tener que enfrentarse a un oficio de alta dignidad pero históricamente desagradecido. Sin embargo, sin dejarle nada al azar, se aprestó a embarcarse en una aventura histórica que la llevó a navegar por las páginas que constituyen el testimonio del devenir institucional de la educación colombiana entre 1886 y 1940. De este modo, afianzó su pasión por la educación, la investigación y la historia. En estas circunstancias era inevitable que la joven hallara el amor. Al parecer se enfrascó en una tormentosa pero vibrante relación con el Doctor Pablo García Medina, como consecuencia de las repetidas visitas de éste a la Normal, para dictar conferencias sobre “Principios de Higiene”. Se cuenta que los momentos más críticos de su vida, pero también su mayor producción intelectual, estuvieron vinculados con su relación con el Doctor García Medina, al que sus allegados apodaron “El Vampiro” por su capacidad para arrebatarle la vitalidad a la joven. Esta situación, que sólo podría culminar con la muerte de alguno, cambió paulatinamente con la muerte de éste a la que siguió la desaparición de Guerrero. Los señalamientos culpándola de la muerte de El Vampiro no se hicieron esperar y la llevaron a refugiarse. Estuvo varios meses en la clandestinidad, de donde se comenta que tomó un gran afecto por las caminatas nocturnas con su lucidez altamente afectada por el alcohol. Al parecer, en una de estas caminatas, en una ciudad costera, fue contactada por un marino quien la puso a salvo en su embarcación y de quien se rumora, la encaminó de nuevo por el ejercicio de la escritura.


EL CARIBE


Bergantín Independiente. Bahía El Tablazo. 24 de julio de 1823-13°


 


Señorita Leticia,



Deseoso de que la infinita gloria del Santísimo la cubra de gracias y bendiciones.

Apostado en mi camarote esta mañana de julio donde la mar por fin se ha calmado y el chubasco es apenas un amargo recuerdo, me hallo excitado de poder iniciar la que el Contralmirante cree la batalla definitiva y, temeroso de enfrentar tan dura prueba, solo un aliciente halla mi alma y mi espíritu…

Esta madrugada el viento estaba fresco y bravo pero a diferencia de las últimas semanas se movía a favor nuestro. El aroma de las frutas y del polen que para tantos es imperceptible, nos alcanzó al amanecer e hizo que el Contralmirante tocara la señal del alistamiento. Las congojas de los pobres desfavorecidos de la clemencia del Supremo desaparecieron con el llamado. Presas del gozo, parecían haber escuchado las canciones de cuna en la voz de su madre, o tal vez, la invitación al placer de los ojos de su amante. Si, tal vez fue eso. La esperanza del regreso para aquellos que presumen de tener quien les espera. Me pregunto cuantos de ellos se unirán a la gloria de Dios en las fauces de tiburones o en los picos de los gallinazos luego de haber sido tirados por la borda…

Se sorprenderá usted de mi queja señorita Leticia. Y es que después de todos estos meses, en que llevados por el sueño de expulsar al enemigo acérrimo de la libertad de los americanos, sin tener la más mínima noticia de Su Hermosura, no he podido menos que dejarme llevar por la furia… porque sepa usted, que a varios marinos les ha acontecido que, soportando las más duras penurias que solo el Santísimo sabe porque solo de Él pude desprenderse tanta barbarie, aquellas damitas que un día dieron el beso del adiós, sellando en este la promesa de la espera, abandonaron los votos del amor imperecedero.

Han sido meses de grandes privaciones pero entre todas, la privación de su presencia es la más dolorosa para mi persona. Muchos marinos perecieron en el anterior combate. El brigadier Morales, al que orgullosamente llaman los realistas el Terror de los malvados Americanos, acribilló sin compasión a los marinos que luego de rotas las cuerdas de las anclas fueron llevados por ímpetu de las aguas a las costas del enemigo. El paquebote que fondeo cerca nuestro ayer, informó al Contralmirante la proximidad de los refuerzos realistas desde Curazao. Nuestros enfermos han ido falleciendo por la falta de agua y tratamiento. El zambo Pedro, repartidor del agua dulce, redujo la ración a los enfermos. Cuando el oficial segundo lo llamo a descargos, dijo que no podían desperdiciarse las raciones de los sanos, en hombres inservibles que mas valía botar por la borda que cargarlos con piernas rotas o sin ellas, con brazos que no podían siquiera tomar la bayoneta, tuertos que todavía no atinaban a coger el pan y ponerlo en su misma boca…

Pero también es que no tenemos como atenderlos. El general Montilla que más parece que se halla en Guerra contra el Contralmirante Padilla demora en demasía el aprovisionamiento de víveres y pertrechos. A manos del Lobo del Mar llegan noticias de sus calumnias, de sus airadas peticiones al señor Vicepresidente, en las que se nota su rencor tan solo por ser mi General un mulato. Apelamos a su caridad para que envíe médicos y medicinas para los enfermos, pero al parecer Su Excelencia El Libertador requiere pertrechos y oficiales para las campañas del sur, de las que deberá usted estar más enterada que yo.

No hay en el mar noches iguales. A veces cuando las aguas están calmas son los gritos de los marinos los que parecen estremecer el oleaje. El cansancio al fin nos rinde porque siempre hay algo que hacer en el día. Esta semana esperando poder alzar velas en nuestro bien, el Contralmirante nos dio el destino de reparar las goletas y flecheras. En algunos casos se debe carenar el casco completo porque la Broma lo ha carcomido y no soportarían un combate, en otros casos hemos tenido que barrenarlos porque se hallan del todo inservibles. Como se engrandece su corazón de ver a los desarrapados hambrientos cargando maderos, cortándolos y construyendo canoas o haciendo los amasijos de brea y estopa para calafatear las embarcaciones que sufren la penetración del agua. La falta de provisiones nos tiene en demasía débiles, dos han muerto porque se les ha reventado el estómago por el hambre. Me perdonará señorita, que oprima su inmaculado corazón con las imágenes de dolor que los marinos vivimos.

Anoche salí a proa a respirar la frescura de la noche. Si no los cañonazos del enemigo, la putrefacción de los cuerpos que el Primer Oficial se ha esmerado en conservar por ser de sus conocidos va ha hacer que estalle el buque. A pesar que ayer en la mañana empleamos parte de la carga de arena en cubrirlos, lo cálido del clima los esta cocinando. Esta mañana el cocinero denunció que la sal que quedaba se perdió. Yo pienso que fue el Primer Oficial que la volcó sobre los cuerpos para detener la pudrición de las carnes.

Anoche la bruma grisácea desapareció. El azul resplandecía y las estrellas se abrieron paso en el cielo. La noche estaba fresca y yo pensaba… En Su Merced el mediodía de aquel domingo cuando saliendo de la misa nos cruzamos en la plaza. El brillo de la mantellina con la que trataba usted de cubrir las fibras cobre que tiene por cabellera. Aun recuerdo las flores bordadas en hilos brillantes. Solo acierto a cerrar los ojos e imaginarla… ¿Cuales serán sus más bellos pensamientos, ¿Cuáles las angustias que atormentan su mente? Siempre son estas las imágenes que menguan mis angustias.

Al medio día nos encontraremos con la Valerosa. El comodoro Chitti se dirige de Jamaica a Santa Marta. El contralmirante guarda silencio pero esta ansioso porque se haga abordaje y traiga provisiones para nosotros. Tenemos aperos, pero tenemos necesidades para el combate, muchos se hallan descalzos, camisones raidos son nuestros uniformes, los zapatos que hay están de buena apariencia porque no los usamos y en el encuentro con el Infernal Morales solo unos cuantos estaban calzados y los demás combatieron descalzos. Pienso en que el combate no dure mucho porque calcetas no hay y con el calor, el cuero de los zapatos y las botas podría rebanarnos la piel a pedazos.

A pesar de las carencias, en pocas horas todo estará listo con refuerzos o sin ellos. En las cubiertas de los buques se ha esparcido ya la arena mojada, debemos evitar resbalarnos en la sangre, mi camarote se reduce a un esqueleto de laminas metálicas y palos de madera pues todas las cobijas ya se hallan en cubierta remojadas también, alimento hoy no comimos, tan solo unos pedazos de pan que los insectos movían, fueron a parar al estomago de uno que otro hambriento que veía en ello un gran alimento. Los cocineros y los sirvientes se hallan en el depósito ayudando a sacar las armas y juntando las incendiarias, las mismas que en poco tiempo por su impericia podrían cercenarle los dedos o los brazos completos.

Prefiero pensar que las comunicaciones privilegian las cartas de nuestros superiores. He escrito a Su Merced un número no menor a diez cartas y ninguna ha hallado contestación. Turbulentas ideas, más turbulentas que las aguas del Caribe se apoderan de mi mente. ¿Me ha olvidado usted? He pedido el consentimiento del Contralmirante para que la presente sea enviada a Su Hermosura en la embarcación que sale con correspondencia este mismo mediodía. Mis súplicas afligieron el corazón de Don José, sepa usted que es hombre noble y gran marino, digno de de toda admiración. Es mulato, más americano que muchos de nosotros, y creo que en su alma esta también la imagen de doncella apenas parecida a Su Merced. En sus ojos veo yo que la guerra terminará. Y que seremos victoriosos.

Tengo la certeza de que esta es mi última carta. Ruego porque las anteriores hayan llegado o lleguen a sus manos. Y ruego porque Su Merced, así le parezca en demasía tarde, les de contestación. Ha sido imposible unir nuestros cuerpos aunque nuestros corazones, juntos han sido a pesar mi partida. Solo su contestación me permitirá descansar con la seguridad de que compartimos juntos un pedazo de nuestra vida, a pesar de la distancia.

Me despido deseando a Su Hermosura el goce de la vida en una Patria Libre.

Señorita Leticia, Que la Gloria de Nuestro Señor este siempre con usted.

Infinitamente suyo,



Pedro Felipe Ríos

Bergantín Independiente. Bahía El Tablazo. 24 de julio de 1823-13°