El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

martes, 18 de enero de 2011

Hamilton Linares


Los alienígenas se acercaron al Consejo Intergaláctico. Llevaban consigo un cofre de un metal cuyo nombre habría sido imposible de pronunciar por parte de los antiguos habitantes del planeta devastado.
-Es todo lo que pudimos encontrar. Sobrevivió a la guerra nuclear, a la onda de calor de la última erupción solar y a la lluvia ácida producto de la contaminación extrema...
-No me interesan esas tonterías- interrumpió el Líder del Consejo, de apariencia vagamente similar a una cucaracha gigante-Sólo quiero saber una cosa ¿Cómo era la vida en este horrible planeta?
-Bueno... nuestra tecnología de extracción de recuerdos sólo pudo establecer unas pocas cosas a partir del propietario de las muestras que contiene este cofre... Su nombre era Hamilton Adrian Linares Casallas, sexo genético: Macho (aunque no mucho), nacido el 24 de noviembre de 1983 (calendario terrícola) después de Cristo...
-¿De quién?
-Ah! Después de Eloijham, su tatara-tatara-tatara-abuelo, quien se estrellara en el desierto terrícola en una de sus últimas borracheras y pues... asumiera forma humana y... empezara a hablar tonterías... y...
-ya me sé la historia- murmuró el Líder, apenado. Los demás miembros del consejo reían discretamente... o al menos lo intentaban.
-Perdón, su excelencia. Como decía, este sujeto humano nació en Colombia, Curiosamente, escribía ciencia ficción, un género donde solían incluir criaturas de otros mundos, máquinas imposibles y aniquilaciones masivas, entre otras cosas...
-¿Seres de otros mundos? ¿Máquinas imposibles? ¡Vaya estupidez!
-Sí, mi señor... Era un completo imbécil pero es lo único que sobrevivió... Incluso escribió un relato llamado "Y SE HACÍA LLAMAR L. C. HAMILTON", pero no sabemos de qué trataba...
-Seguramente trataba de idiotas tan grandes como él... ¡Ja, ja ja...!
-Sabemos que estudió Psicología en una Universidad del estado, terminó su carrera y trató de ganarse la vida haciendo terapias en un taxi... Al parecer, llevado por su deseo de ser padre, fue uno de los primeros en Latinoamérica en ser clonado para criar a su clon como su propio hijo. poco después se descubrió la tendencia irreprimible de los clones por asesinar a los sujetos de los cuales habían sido generados... Hamilton fue uno de ellos. La última imagen retinal confirma que fue asesinado por su clon...


QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA!!!

Mike intentaba apagar a su esposa cibernética tal como indicaba el manual: apretando fuertemente el seno izquierdo por unos segundos. La mujer cibernética, sin embargo, no se terminaba de apagar y continuaba repitiendo las últimas palabras que había dirigido a su marido:

QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
    QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO…

Era un daño en el software. Mike no quería que los Técnicos la encontraran diciendo eso cuando llegaran para llevársela, pero no podía destrozar a la muñeca porque la garantía sólo cubría fallas en el programa, no en el hardware.
Daba pena verla en ese estado. Desde el día en que la había visto entrar bajo el marco de la puerta, en su caja de lujo, inmersa en un mar de bolitas de icopor, Mike había decidido con innegable certeza que este sería el androide con el que deseaba pasar el resto de su vida.
Y cómo no, si la habían diseñado punto por punto, cada centímetro de su piel sintética y eternamente tersa, tal cual Mike la había ideado: cabello castaño y ensortijado, ojos pequeños color miel, de pestañas tan largas como patas de araña amazónica, nariz respingada, labios tan carnosos que daban ganas de dormir sobre ellos, un cuerpo que avergonzaría la más curva de las guitarras, senos firmes aunque no demasiado grandes pues no quería que otros tipos se quedaran mirando a su mujer por la calle… Pero lo que más le gustaba a Mike eran sus codos… no eran los codos picudos y duros de una modelo anoréxica ni esos codos arrugados y flácidos de las mujeres corrientes… Eran unos codos perfectos, tal como Mike los había soñado noche a noche, como si de una fotografía, pegada a su hipotálamo mediante una chincheta, se tratara. 
La androide había salido de la caja  del mismo modo que una sirena habría salido de una ostra gigante, lenta y delicada, casi flotando sobre el suelo. Entonces, había formulado La Pregunta… las palabras que confirmaron de una vez y para siempre que ella era la más perfecta mujer jamás diseñada sobre la faz del planeta:
-¿Quieres algo de comer?
¡Dios santo! Claro que lo había querido… ¡Y qué mujer para cocinar! ¡Parecía una máquina!... Una máquina que no se cansaba de complacer de cualquier manera a su marido. Sin importar la hora, ella estaba presta para ir a la cocina, abrir huevos, pelar patatas, mezclar, hornear, decorar… y todo esto mientras sus codos, sus hermosos codos de diosa, se movían con la cadencia de una sinfonía celestial.
Pero ahora… ahora daba pena verla en ese estado…
Ella, que jamás le arrebató el control remoto, que jamás se arrebujó entre las cobijas, que jamás le prohibió salir de juerga con sus amigotes, que jamás le reclamó por perder su salario en un billar, que jamás le pidió un vestido costoso, ni las botas y la cartera que con él hacían juego…
Ahora ella estaba allí, con sus ojos muy  abiertos, repitiendo con fuerza esas vergonzosas palabras:

QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO
    QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO…

Era culpa de los técnicos, por supuesto, Los muy estúpidos nunca se dignaron explicarle que su amada esposa era toda una mujer.  Y, encima de todo, apareció Amanda… Una mujer de carne y hueso, dueña de su propio negocio, atlética, decidida, imponente, capaz de doblegar a hombres y mujeres bajo el influjo de su mirada abrasadora… Pero lo más desconcertante de Amanda eran sus codos, los mismos codos de su esposa cibernética. Era como si la propia Amanda le hubiera metido esa obsesión en la cabeza.
Entonces comenzó la conquista. El flirteo. Una amistad cuyos límites parecían cada vez más difusos. Los abrazos amistosos pronto se convirtieron en caricias inocentes, las caricias inocentes se transformaron en manoseos indecentes y los manoseos indecentes pronto degeneraron en…
En problemas.
Su esposa cibernética comenzaba a hacer preguntas. Se mostraba fría e inhumana. Su habilidad culinaria ya no parecía la misma y sus codos… sus alguna vez hermosos codos de diosa  ¿acaso no comenzaban a mostrarse arrugados y asquerosos?
Nadie habría sospechado que un androide podría perseguir a su marido. Eso sí, había que aceptar la diplomacia e inteligencia de su artificial esposa que, sin que él ni su amante se percataran,  había descubierto a su esposo con las manos en Amanda.
No hizo ningún escándalo en ese momento. Actuó con la mecánica frialdad de una esposa traicionada. Llegó a casa y preparó el plato más sabroso. Esperó pacientemente a que Mike llegase y le vio comer en silencio. Sólo Dios sabía qué estaba maquinando. Por último, la abnegada esposa confrontó a su  marido. Preguntó con tono inescrutable si no existía algo que ella debía saber. Se lo preguntó no una, ni dos, ni tres, sino diez veces, como si en vez de una esposa fuera una contestadora automática.
Mike, naturalmente, fingió inocencia.
La androide entonces procedió a ser completamente explicita, pues era este el paso lógico que según su programa debía seguir, y preguntó a Mike si tenía una aventura con una mujer de carne y hueso, si había cambiado la fría seguridad de una máquina por la cálida pero traicionera piel de una mujer humana.  
Mike, naturalmente, lo negó todo. 
Entonces,  de los ojos de la mujer cibernética brotó la luz de un holograma, una grabación de fidelidad mucho mayor de la que Mike podía ofrecer a su esposa, donde él y Amanda se revolcaban, dichosos, riendo y gritando sobre la cama de un motel.
Mike, naturalmente, se puso furioso.
Se incorporó de un brinco de la mesa y comenzó a golpear con brutalidad a su esposa. La batalla había durado poco y las últimas palabras que brotaron de la garganta sintética de la mujer cibernética fueron simples pero contundentes:

QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO


El timbre sacó a Mike de sus cavilaciones.
Eran los Técnicos.
Su ex-esposa (Mike estaba seguro que el desmantelamiento del cónyuge anulaba el contrato marital) estaba conectada a un sistema de monitoreo que, en caso de accidente o daño inesperado, enviaba una señal de auxilio a la compañía fabricante de androides.
Mike aún se preguntaba cómo explicaría lo sucedido a los Técnicos cuando, al abrir la puerta, se encontró con dos hombres de gorra, sonrisa despectiva y una cajita de herramientas y, tras ellos, Amanda.
Sin mediar palabra, la mujer agarró fuertemente a Mike de los genitales mientras decía a los Técnicos:
-Creo que esto no fue buena idea. Es la cuarta vez que mi fantasía sexual  es arruinada por la incapacidad de estos hombres de hojalata para ocultar una simple infidelidad. La próxima vez quizá busque un hombre casado de carne y hueso.
-¿Un que?-quiso gritar Mike. Las fuerzas le abandonaron. La bruja apretaba bastante duro. Entonces, Mike gritó por última vez:

QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA
     QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, ZORRA…

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