El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

jueves, 19 de mayo de 2011

Hellman Pardo


Bogotá  (1978). Escritor y ensayista. Finalista en 2007 del premio internacional de poesía breve, celebrado en Buenos Aires, Argentina, con el libro LA HUMANIDAD DE LAS COSAS. Premio Nacional de Cuento Corto convocado por la Revista SOHO, 2009. Premio Nacional de Poesía Eduardo Carranza, 2010. Accésit en el Premio Casa Silva, 2010. Es colaborador de medios escritos y virtuales, tales como Ibarra y Con-fabulación. Su poesía aparece en varias antologías nacionales e internacionales. En 2008 publicó LA TENTACION INCONCLUSA, bajo el cuidado de Común Presencia Editores. Es Coordinador adjunto de creación literaria en Biblored.   


CAMINO INTERIOR
Lo he hecho todo:
Sembré un árbol donde no recuerdo,
Escribí un libro que nadie ha leído
Y tengo un hijo que nunca veo.

Lo he llorado todo:
He llorado la muerte, el amor, el destino,
La miseria, el hambre, la distancia
Y ya no queda sal en ninguna lágrima.

Acaso al fin lo he escrito todo:
Mil quinientos setenta y nueve poemas con treinta
y un centavos,
Tres cuentos, dos ensayos, noventa y tres informes,
Una renuncia,
Siete cartas, once mensajes en la nevera,
tres mentiras,
Cuatro grafittis, setecientas trece firmas –incluida
la de la renuncia–
Un árbol, un hijo, un libro,
Un destino, un amor, una muerte,
Un hastío, un dolor, una cólera,
He escrito todo mi desamparo.


LUZ SOLAR
No tengo grandes noches
De cerezas, de uvas,
De pasos sin camino
Como cualquier ser humano
O ausencia de aguacero.
No soy abrazo de madre
Con ojos de dolores en los hijos,
Un pirata con múltiples arracadas
Que cuelguen de las hélices
O la garza de flacura vencida
Que bebe espacios en el agua cruda.
No tengo sombra, o manos que sostengan
Tanto anochecer al día.
Tengo esqueleto
Y no tengo grandes noches
De pueblos enteros que sollozan solos
Con forajidos en sus calles muriéndose de pena.
No soy el que necesita el mundo.
Es tarde,
Andate con tus árboles donde muera la selva.



OLEAJE
Para qué callar
Tanto silencio arrepentido,
Tanto amor a la deriva.
Bajo qué movimiento esa pálida muerte
Llegará con sus arcabuces
A deshacernos el mundo.
Estas manos que aún esperan
Caminar ilesas por algún lejano cuerpo,
Quizá ese cuerpo,
Dónde irán a reposar de tajo.

Sombra,
Río que fluye desvelado,
Océano y lágrima,
Árbol de hojas blancas sobre un viejo páramo,
Ese oleaje es el amor de los hombres.

Para qué callar entonces
Tanto amor a la deriva,
Tanto río.

Jorge Valbuena

Facatativá, Cundinamarca. 1985. Es Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, promotor de lectura y gestor cultural. Obtuvo el premio Departamental de Poesía de Cundinamarca (2008) con el poemario Presos y el Premio de Poesía Revista Surgente en el marco del programa "Bogotá un libro abierto" (2008) con el poemario Los arados del parpadeo. Fue miembro del consejo de redacción de la revista universitaria de poesía El Ático. Participó en el XIV Encuentro Internacional de Poetas en Zamora, Michoacán, México. Su obra “Péndulos” fue reconocida con el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de poesía en mayo de 2010.  Su poema “Abismos del silencio” fue ganador en el concurso nacional de poesía “Palabra de la memoria” Julio de 2010 – Universidad central. Bogotá. Coordinó el taller de creación literaria en la biblioteca pública El Tunal. 



Canto del escondrijo
“Ahogado el canto de los pájaros
descienden briznas de plumas
esquirlas de granizo.”
Jorge Rojas
En medio de la guerra
un ave construye un nido.

                     Entre cuerpos talados
delata el límite del tiempo.

Comisura de murmullos
                               un ayer que desespera.

Alarga su pico al fondo del océano
                    algo hay de cierto en ese otro paraíso
                   condenado a la muerte y los enigmas
al hedor de huellas mal hurtadas.

Silencioso y escondido
                       entre la soledad de un cielo enorme

vacío como esta hora
                    en que cae la rama
                                                y forcejean los siglos.


Sol menguante
Se acostumbra el candil
                                a perpetuarnos
secretos y olvidados
tras las nubes de humo,
ebrios de iluminaciones
               que se quieren beber
la oscuridad de las sombras.

Se dividen los llantos
                      como el sol menguante
cansado de irritarse
cansado de mirarse
siempre en silencio
arrastrando sus rayos por la tristeza
por su angustia vieja y vagabunda.

Se acostumbra el espejo a fragmentarnos
                                        en soledades inhóspitas
                 en migajas de abrigo.

Se acostumbra el misterio
a veces el tiempo
con el que justificamos nuestro vuelo
                                 en estas encumbradas estaciones.

El abismo ha rebosado sus orillas
y quedamos esperando un lugar en su episodio
una sobra de vacío
una pizca de estallido
o de oscuridad,
                          lejos del comienzo y de las partidas
en el acostumbrado ritmo
           de esta luz crujiente y roída
             que late aún
     y llovizna.



Gravitación
Al parecer el infierno es otro de mis poros
Donde pongo un poco de grafito para insultar el día
Inmolar los parásitos que desgastan el aire
Y murmurar cifras alargadas como trazos

Al parecer el insecto que hoy se ha resignado
Ha caído de un séptimo piso cubierto entre laureles
Y una soga de lluvia lo ha condenado al suicidio
Y el fiel trompetista que dentro aclama
Ha prohibido correr por el césped de esta noche
Atragantado en las últimas palabras que sopla y espanta

Y nada parece más incierto que el trazo
Que dibuja esta mano hacinada
Entre esta cárcel de amargos adoquines
Mitad turbulencia
Mitad ruina
Y aparecer en otra luna
Convencido de que es tristeza
Esa vaga luz que sortea
La mítica caída de la tarde

Jenny Paola Bernal Figueroa


Bogotá  (1987). Estudiante de Licenciatura en Español e Inglés de la Universidad Pedagógica Nacional. Miembro del comité editorial del periódico de poesía Aldabón y del colectivo literario La Raíz Invertida, gestora cultural y organizadora del Festival de Narrativa y Poesía “Ojo en la tinta”. Colaboradora de la revista Contestarte de la Universidad Nacional de Colombia. Ha participado con la lectura de sus poemas en diferentes escenarios, entre los que se cuentan el 1er  Festival de Poesía Universitaria, el XVIII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, el Homenaje a Orietta Lozano del Gimnasio Moderno, entre otros. Algunos de sus poemas han sido publicados en diferentes revistas.  


LA CASA 
Bienvenido a esta casa
su casa
se respira el frio hiel
de ese aliento ausente. 
Bienvenido a esta casa
de enojos y lágrimas
bien pueda siéntese donde sus pasos se agoten
donde su piel se seque,
la casa ha cambiado un poco
-usted perdone-
pero he evitado pintarla
para que las grietas del tiempo
le regalen un poco de ese matiz familiar. 
Es la misma casa no se asuste
esa misma que construimos hace tiempo
esperando estar lo suficientemente solos
para habitar en ella.
  

TIC TAC 
Le pregunto al tiempo
si puede detenerse
mientras finjo que vivo
para que su tic tac
no acelere mi caída.


ALQUIMIA DE UN HOMBRE  
Un buen día le observas
despojándose de quien se cree es
meditabundo en su mirada de miedo
con ese aliento apagado que produce el vacío
reviviendo cadáveres;
con un credo por camino
y las grietas de sus manos
desviándose entre llagas
que tímidamente bordean su corazón. 
Va  conservando su sombra
bebiendo sonrisas. 
Amando
porque no hay otra forma
de conducir la lava
hacia esas tierras errabundas
y evocar del aire
el soplo
que espanta la muerte. 


Henry Alexander Gómez

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Bogotá (1982). Profesional en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y estudiante de Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Su libro Cartografía de la luz ganó el XXVI Concurso Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia; con el libro Georg Trakl en el ocaso fue Segundo Premio del IX Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía; ganador del Concurso Nacional “La poesía de la vida cotidiana” - Casa de Poesía Silva.

Ha publicado los libros Memorial del árbol (2013), premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y Teoría de la gravedad (2014), publicado en Quito, Ecuador. Sus poemas aparecen en los libros Raíces del viento (2011), en la antología Postal del oleaje: poetas nacidos en los 80. Colombia-México (2013), y en diferentes revistas de Colombia y el exterior. Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com).




EL ÁNGEL NEGRO DE LA ISLA DE KAMPA
                                 
Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren solos.
Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras:


“Kateřina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”


HAY SOLES QUE CAEN

Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.

Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
                                                    y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.


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VELO DE NOCHE
Vivir la lentitud
                           de la hormiga,
                           confuso
                                        en una ola de arena.

               Entre el amor y mi sangre
               hay un silencio de pájaros,
                                    velos
                                    como mareas de hielo
                      bordados
                                       con filamentos de sal.


Alguien ha escrito mi nombre
    en
        una
               roca
                      incendiada
                     
                      con el carbón que tiñe
                                                        lentamente

                      la noche.






LA LENTITUD

En la profundo
                             del río
                                         brama
                                         a veces
                             un árbol
                             que no para de crecer.

                             La mosca
                             siempre teje
                             el hilo de su araña.

                             Es el diablo
                                           quien desliza
                             el cerrojo
tras girar, quedo, la puerta.





GEORG TRAKL EN EL OCASO

Un rostro púrpura se ciñe al abrazo calcinado de la noche.
El espíritu oscuro de los bosques, las sombras venenosas,
el grito moribundo de los guerreros otoñales,
cubren de opio el azulado cuerpo de espino.
Aletean los murciélagos alrededor del joven que sueña.
Se escucha un lamento crepuscular.
El niño Elis le besa la frente sangrante
y la hermana juega con alcoholes mortíferos,
deambulando entre los catres del centro hospitalario.
Qué luna más amarga. Cuánto silencio sobrevive
en el canto último del mirlo.
Tierra negra amasa una música nocturna
y se extingue un corazón huérfano de flores amarillas.
La tumba aguarda a los ángeles caídos;
un venado azul corre en delirio a la primavera.


EN EL LOMO DE LA VACA EL VIENTO REVUELTO EN UN SUDARIO DE ESPUMAS

Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.

Íbamos por la mitad del pueblo arreando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.

Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.

El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.

Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos y sus cercas.

Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.

Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.

Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.

Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.
Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo de la vocal del mundo.

Corría la vaca por el río y mi abuela la seguía desde la orilla,
entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.

Mis cinco años arreando el sueño de loco de mi abuela Ana. En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.

Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos vegetales, llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina,
en una ceremonia de bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora
hechizado el ocaso en una brisa de peces muertos.

Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad
en cualquier balcón desvencijado de la vida. En el mañana
o en el ayer, es floración la noche cerrada.

A la orilla, sobre la piedra bañada, boquea todavía la vaca Golondrina

tragando tajos de luz. Muge mientras puede.