El Festival de Narrativa y Poesía, Ojo en la tinta, es un evento literario independiente que se realiza en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde el año 2009. Este busca encontrar y difundir nuevas voces en la literatura colombiana y latinoamericana. El festival es organizado por el Colectivo Literario La Raíz Invertida.

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA REVISTA LATINOAMERICANA DE POESÍA
LA RAÍZ INVERTIDA

Con el apoyo de la

RED CAPITAL DE BIBLIOTECAS PÚBLICAS
BibloRed

Invitan a

V Festival de Poesía y Narrativa
OJO EN LA TINTA


En algún lugar de la palabra



Del 23 de octubre al 9 de noviembre de 2013, más de 30 escritores de Argentina, Bolivia, Ecuador y de distintas partes de Colombia, le otorgarán a la ciudad un espacio para diversificarse con la palabra escrita y leída.



Rómulo Bustos Aguirre – Gonzalo Márquez Cristo - Juan Manuel Roca - Federico Díaz-Granados – Gabriel Chávez Casazola (Bolivia) - Juan Felipe Robledo - Claudio Bustos (Argentina) - Jorge Cadavid - Mery Yolanda Sánchez - Manuel Giraldo “Magil” - Pablo Flores Chávez (Ecuador) - Soledad Castresana (Argentina) - David Reinoso - Fadir Delgado - Hernando Guerra Tovar - Yonny Vanegas – Johan Benavides- Sebastián Martínez - Norman Paba - Omar Garzón – Carlos Fernando Chaparro - Alejandra Morena - Alejandro Cortés - Luis Ángel Zola - John Fredy Galindo - Johanna Vanegas - Nixon Candela- Sergio Antonio Chiape – Julio César Arciniegas


PROGRAMACIÓN



MIÉRCOLES 23 DE OCTUBRE

6:00 P.M.

Apertura del Festival

Lectura y conversatorio de los poetas:
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE Y JUAN MANUEL ROCA


Moderación a cargo de Hellman Pardo
Biblioteca Pública Parque El Tunal (Calle 48b Sur No. 21-13)



JUEVES 24 DE OCTUBRE


3:00 P.M.

Conversatorio: “Una noche con Hamlet”
A cargo de MANUEL GIRALDO “MAGIL”

Moderación a cargo de Jorge Valbuena
Biblioteca Pública Lago Timiza (Carrera 74 No. 42G-52 Sur)


6:00 P.M.

Taller de poesía: “De la dificultad para atrapar una mosca”
A cargo de RÓMULO BUSTOS AGUIRRE


Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez


SÁBADO 26 DE OCTUBRE


4:00 P.M.

Recital y conversatorio de poesía
Poetas invitados: SOLEDAD CASTRESANA (ARGENTINA), NORMAN PABA, SEBASTIÁN MARTÍNEZ, YONNY VANEGAS y DAVID REYNOSO

Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez
Biblioteca Pública Parque El Tunal (Calle 48b Sur No. 21-13)





MARTES 29 DE OCTUBRE


2:00 P.M.

Conversatorio: “Periodismo narrativo y el oficio del cronista”
A cargo de JOHAN BENAVIDEZ

Moderación a cargo de Hellman Pardo
Biblioteca Pública La Victoria (Calle 37 Bis B Sur No. 2-81 Este)


VIERNES 1 DE NOVIEMBRE


11:00 A.M.

Recital y conversatorio de poesía
Poetas invitados: PABLO FLORES CHÁVEZ (Ecuador), FADIR DELGADO, OMAR GARZÓN, CARLOS FERNANDO CHAPARRO y DAVID REINOSO

Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez
SENA Complejo Sur / Cra 30 No 17B-25 sur

4:00 P.M.

Recital y conversatorio de poesía
Poetas invitados: PABLO FLORES CHÁVEZ (Ecuador), NIXON CANDELA, ALEJANDRO CORTÉS, LUIS ÁNGEL ZOLA,  ALEJANDRA MORENA y SEBASTIÁN MARTÍNEZ

Moderación a cargo de Jorge Valbuena
Universidad Distrital (Sede Macarena)


SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE


6:30 P.M.

Recital y conversatorio de poesía
Poetas invitados: PABLO FLORES CHÁVEZ (Ecuador), SOLEDAD CASTRESANA (Argentina) NORMAN PABA, SERGIO ANTONIO CHIAPE y JOHANNA VANEGAS

Moderación a cargo de Jorge Valbuena
Centro Cultural y Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo (Avenida calle 170 No. 67-51)



4:00 P.M.

Lectura y conversatorio de los poetas:
MERY YOLANDA SÁNCHEZ Y HERNANDO GUERRA TOVAR


Moderación a cargo de Hellman Pardo
Biblioteca Pública Parque El Tunal (Calle 48b Sur No. 21-13)


MARTES 5 DE NOVIEMBRE


3:00 P.M.

Recital y conversatorio de poesía
Poetas invitados: YONNY VANEGAS, ALEJANDRO CORTÉS, FADIR DELGADO, y DAVID REINOSO

Moderación a cargo de Jorge Valbuena
Biblioteca Pública La Giralda (Carrera 104B No. 22J - 15)

6:00 P.M.

Lectura y conversatorio de los poetas:
JORGE CADAVID Y GONZALO MÁRQUEZ CRISTO


Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez
Biblioteca Pública de Suba Francisco José de Caldas (Carrera 92 No. 146C-24)



MIÉRCOLES 6 DE NOVIEMBRE


6:00 P.M.

Lectura y conversatorio de los poetas:
JUAN FELIPE ROBLEDO Y FEDERICO DÍAZ-GRANADOS


Moderación a cargo de Jorge Valbuena
Biblioteca Pública Parque El Tunal (Calle 48b Sur No. 21-13)





SÁBADO 9 DE NOVIEMBRE

3:00 P.M.

Lectura y conversatorio de los poetas:
GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA (BOLIVIA) - CLAUDIO BUSTOS (ARGENTINA) – JULIO CÉSAR ARCINIEGAS (COLOMBIA)

4:30 P.M.

Concierto musical: “Equipaje del alma”
A cargo del poeta y cantautor argentino
CLAUDIO BUSTOS

Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez
Biblioteca Pública Parque El Tunal (Calle 48b Sur No. 21-13)




7:00 P.M.

Cierre del Festival

Encuentro de talleres Ojo en la tinta – Presentación de memorias del Festival Ojo en la tinta
Lectura de todos los poetas invitados al festival

Moderación a cargo de Henry Alexander Gómez
La Galería 419 (Carrera 4 No. 19 -56 – Segundo Piso)





Entrada libre a todos los eventos



Visite la Revista Latinoamericana de Poesía:

http://www.laraizinvertida.com/



Apoyan:

Fundación La Raíz Invertida

Red Capital De Bibliotecas Públicas
BibloRed



domingo, 24 de marzo de 2013

Memorial del árbol - Henry Alexander Gómez





EN ALGÚN lugar
el asesino se resguarda
                  y aprieta el puñal.

Su piel se descompone
en un aleteo
                       de pájaros nocturnos.

Un cuerpo sin vida
es la cicatriz de una calle,
         la oscura libertad de la noche.





EN LA LENGUA suelta
de la noche
el gato, impenetrable,
                            atisba la locura.





CONTRA la ventana
un pájaro
se da un golpe certero.
                  
                             Bebe la sed de su alarido.

Aquieta sus alas.

Yo me aferro a su recuerdo
        mientras olvido
        la transparencia del agua,
                        
                            como una cicatriz
                            que da vueltas por el mundo.






LA NOCHE
ha llegado, por fin,
              a su estado más sólido. 

Intentamos descifrar
                      una palabra
y sin embargo,
todo lo ha ofrendado
                           la herrumbre
de las cosas.

La escritura pende
del hilo de sangre de la tierra:

sílaba de viento,
luz aniquilada.

Ahora,
ya nada puede condenarnos.






Hay soles que caen

Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.

Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
                                                    y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.

                                                      




Velo de noche

Vivir la lentitud
                           de la hormiga,
                           confuso
                                        en una ola de arena.

               Entre el amor y mi sangre
               hay un silencio de pájaros,
                                    velos
                                    como mareas de hielo
                      bordados
                                       con filamentos de sal.


Alguien ha escrito mi nombre
    en
        una
               roca
                      incendiada
                     
                      con el carbón que tiñe
                                                       lentamente

                      la noche.






Memorial del árbol

Nos susurra el viento su nostalgia de nieves
y el copetón tañe su silabario de alas.

Qué silencio es mi corteza,
y mis raíces
tejiendo la sangre de un sueño.

Hay en las rocas una sed de tormenta.

De mis brazos cayó la hoja
con la que un hombre descalzo
cubrió su sombra.
Se ha roto las muñecas golpeando mi silencio.
Mi inconmovible reposo le ha dejado
una herida imposible abierta al crepúsculo.

Ráfagas de orquídeas a las orillas del lago
expanden la soledad del abejorro.

Dos niños olfatean una bolsa de huesos.

Un bramido,
es una piedra que expira en el agua.






La lentitud

En lo profundo
                            del río
                                         brama
                                         a veces
                             un árbol
                             que no para de crecer.

                             La mosca
                             siempre teje
                             el hilo de su araña.

                             Es el diablo
                                           quien desliza
                             el cerrojo
tras girar, quedo, la puerta. 





Incandescencia

Escucho,
                 palpo,
                 a cada instante,
                 la voz
                 en la pupila extranjera.
He descifrado su desvelo,
el latigazo de una música antigua
                 que desorienta los rayos del sol.

¿Puedes escribir sobre la línea del árbol?
¿Puedes envenenar el trueno
                                           que rodea
                                                           la luz del vigilante?






Arenga del hogar

I

Él siempre permanece anclado
a un lebrillo de granizo.
Ella ha decidido perpetuarse
sobre las arenas movedizas
                                              a orillas del sexo.

Pero también es él quien ríe más alto,
quien lleva entre la jaula una mosca de humo.

Ella sólo sobrevive
en la multiplicación de las cosas,
como la honda de una piedra
                              arrojada en aguas distintas.


II

Dejar atrás los viejos rincones,
la ropa sucia,
                          la música
                          apresada en hilos de tiniebla.

Cada acto que hacemos
es un barco hundido
                                    por la mano de un niño.

Pero todo,
                        hasta lo que no conocemos,
                        lo circunda la soledad del árbol.







Rumor del insomnio

Es la niebla y un ruido de moscas.
                                                        Umbral del insomnio:
                           la cama en duelo a la hora más amarga.
No existe la lluvia,
                               ni un reloj grabando
                               la lenta caravana,
                               sólo escombros en la almohada
y unos ojos que nos miran
                       como dos agrias monedas en un estanque. 

Golpe a la ventana.
                                   Turbio secreto.
Revelación.
                                        Un enjambre de zapatos en luto.

La mujer observa
                                    tras un desván sombrío.
La noche se tuerce a su memoria:
su rostro son esquirlas de huesos
                                                  bajo el párpado incendiado.

Delirio de alta noche.

El juego sigiloso en la punta de sus dedos
                               no es más que una presencia oxidada.

¡Su libertad es un ataúd!
                                             Una flor muerta
                                             en el regazo de un libro.


Pero es esta fiebre nocturna del insomnio,
                   la aurora en velo de plata, 
la que nos ofrece unas manos
                                                más frías que el hambre.           
                                                                       
                                                                               Cenizas.

El eco de un fantasma en la jaula.






Clausura

Sobre
            las sábanas
gastadas
            copula
dos veces
            el silencio. 

¿Escuchas
            el sexo
que retorna
           como agua
           entre las manos?
  





El adiós

I

En la tarde,
las semillas del diente de león,
vulneradas por el viento,
                                         se disipan
como limadura de espejo
                                     en la memoria.

Atrás queda la página en blanco,
la mirada imposible, lo que ya no despierta.


II

Sin rumbo,
                 sin regreso,
                 en un vacío de huesos,
el crepúsculo devora los pies del caminante.






El ángel negro de la isla de Kampa

Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren solos.
Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras:
“Kateřina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”






Georg Trakl en el ocaso

Un rostro púrpura se ciñe al abrazo calcinado de la noche.
El espíritu oscuro de los bosques, las sombras venenosas,
el grito moribundo de los guerreros otoñales,
cubren de opio el azulado cuerpo de espino.
Aletean los murciélagos alrededor del joven que sueña.
Se escucha un lamento crepuscular.
El niño Elis le besa la frente sangrante
y la hermana juega con alcoholes mortíferos,
deambulando entre los catres del centro hospitalario.
Qué luna más amarga,
cuánto silencio sobrevive en el canto último del mirlo.
Tierra negra amasa una música nocturna
y se extingue un corazón huérfano de flores amarillas.
La tumba aguarda a los ángeles caídos;
un venado azul corre en delirio a la primavera.






Paul Celan hilvana su fuga

I
Seca tus ojos
                            y llama a mi puerta;
                      no encontrarás más que un féretro
                            tallado por un abismo de hojas.
La soledad es más grande
                            que la gavilla de inviernos
        que arden
                          en mi boca.


II
 La muerte
                    hila mi mano cien veces.
           Cien veces
                                 la arroja
                                                 a un bote de ceniza.


III
Es en tu vientre,
                                                        madre,
                          donde
                                      siembro
                                                     mi otoño.
              Es en tu nuca
                                         donde nace mi amapola.


IV
El corazón va flotando a mis espaldas.
El corazón
                   va
                         flotando
                                        a
                                           mis
                                                  espaldas,
               barnizado por las humaredas
                                                            de los hornos
                                                                de Ucrania.




V
                                 El becerro le escupe
                                a la paloma invisible,
         se asfixia
         entre el barro
                                  de los campos de exterminio.
Yo humedezco mis oídos
                               con su sangre;
con su carne hago en las mañanas
                                                       tallos de sombra.


VI
Verteré
toda el agua del Sena
en un cántaro
                                y lavaré tus heridas,
                                                                   bebedora.
                                                           
                                                           En el presagio
ya no quedarán más cicatrices.



VII
Mi mano
hila la muerte,
                                                     cien veces la arroja.







Prólogo

Reverberaciones cambiantes


Por Santiago Espinosa

No deberían hacerse prólogos a un primer libro de versos. No por ahora. Sus materiales, al tiempo en que escribimos estas líneas, avanzan hasta lo insospechado como hazañas abiertas, ajenas a las cenizas de un epitafio inaugural. Si crecen con cuidado en la memoria, pensamos, es para hundir sus raíces en los colores del porvenir, no para nosotros. Hay una vida en la escritura que aún no agota su sentido. Y una esperanza.

De Memorial del árbol, primeros de poemas de Henry Alexander Gómez, celebro la voluntad de un hombre que ama de veras las palabras. Que las cuida y les teme en secreto como una semilla peligrosa, recobrándonos la fe en sus olvidados poderes. Como lector de poesía que es, sabe que la escritura ha sido la condena de muchos, su trampa oscura. Hombres y mujeres que han cerrado sus búsquedas hasta volverlas adversas, si no es la vida la que ha huido antes de eso.

Pero este poeta se mueve entre los filos con un ojo vigilante. Ve en los escombros de su herencia una palabra habitada de voces y presencias, árboles, y hacia ella se entrega como el que encuentra en estas atmósferas, a veces opresivas y oscuras, un mundo expresivo donde pueda respirar. Para Henry Alexander Gómez, como para otros poetas de su generación, una palabra extraña, hallada a la vuelta de los vientos, antes que el mundo que se marcha en su derrota, la incomunicación, ha devenido para ellos como la última de las puertas.

Este poeta sabe, con Walter Benjamin, que no hay futuro ni promesa hasta que los pasados se realicen. Que en el largo poema que todos escribimos, una palabra hunde raíces donde las otras declinaron, pues la promesa —otra vez con Benjamin— “surge de una boca que quizás ya en el momento en que se abre habla en el vacío”. Y por eso escribe memoriales. Para mostrarnos las presencias invisibles que también somos, su diálogo secreto entre las generaciones. Planta su árbol joven en las sombras que otros dejaron, testigo de la noche y de los vientos:

Dejar atrás los viejos rincones,
la ropa sucia,
                          la música
                          apresada en hilos de tiniebla.

Cada acto que hacemos
es un barco hundido
                                    por la mano de un niño.

Pero todo,
                        hasta lo que no conocemos,
                                             lo circunda la soledad del árbol.

Hay ecos de Georg Trakl y de Vladimír Holan, una palabra que se pliega en su memoria hacia una noche más vasta; de Juan Manuel Roca y su tanteo en los vacíos, para hablar de una influencia colombiana. En cada uno de estos poemas se reúne la asamblea de los poetas que defiende. Me gusta cuando este diálogo se vuelve explícito. Cuando encuentra entre los rostros concretos su piedra de toque, siendo escritura que nace de la conversación con los poetas para volver a ellos.

Y leemos ese poema extraordinario que es “El ángel negro de la isla de Kampa”, quizá el mejor del libro, sus pedradas oscuras que regresan a nosotros “cargadas de frutos”. Un corazón que flota en las espaldas de Paul Celan, “barnizado por las humaredas de los hornos de Ucrania”. Y huellas, presencias que median entre lo vivo y lo muerto. Toda una galería de herencias que haya un rostro en el poema, y que, como en su poema “Jaguar”, poema tras poema, grafía tras grafía, aparecen como espejos que en secreto nos preceden, como “un laberinto de perlas negras”.

Entre esos rostros de olvidos y leyendas, su colectivo imaginario, comienzan a templarse los metales de una casa expresiva. Los vemos venir y tomar cuerpo. Uno junto del otro se desnudan. Cuando son bien logrados los versos, en su cuidado, volvemos a recordar esta sentencia de Mujica Laínez: “Cada uno de nosotros se ve a si mismo, en los demás. Somos ecos, espejismos, reverberaciones cambiantes”. Y hablamos de una poesía que no sólo se sabe compartida entre la herencia de otras voces, ella misma, en un acto que esperamos deje huella en el país, nace de la alegría de una aventura colectiva: el proyecto literario de La Raíz invertida.

No deberían hacerse prólogos a un primer libro de versos. Sí la celebración y el agradecimiento, una amistad cruzada por palabras. Los deseos de que este árbol se entronque en el futuro como un testigo silencioso, hasta cimbrar con sus raíces las bóvedas del cielo.  





Henry Alexander Gómez

Bogotá (1982). Estudió Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Gestor cultural, es fundador y director del Festival de Poesía y Narrativa Ojo en la tinta. Accésits del Concurso Nacional de Poesía “Si los leones pudieran hablar” (2008), Casa de Poesía Silva. Sus poemas han sido publicados en diferentes revistas como Golpe de dados, Revista Casa SilvaLetralia de Venezuela,  La Otra y Círculo de poesía de México y en los libros Piedras en el trópico (2011) y Raíces del viento (2011). Actualmente se desempeña como promotor de lectura y escritura en la Red Capital de Bibliotecas Públicas de Bogotá–BibloRed y hace parte del colectivo literario y del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com). Su libro, Memorial del árbol, fue premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita.