Nació en Bogotá en 1986. Egresado del taller de escritores de la Universidad Central, taller de escritura creativa de la Universidad de Los Andes y el taller de creación del Gimnasio Moderno. Estudia literatura en la Universidad de los Andes. Actualmente trabaja en la edición de su novela La devoción del destierro. Ha sido incluido en las antologías: Melodía de los colores (España); Antología de poetas condenados (Argentina); antología Libro solidario por Haití (España); Antología Pas de deux (Francia) y en el diccionario latinoamericano de poetas (Revista Libros y Letras). En internet ha publicado el libro de relatos eróticos Usos de la lengua (libro virtual) y el poemario Tiempo de sentir (Bubok).
Felinofágos
Anoche vi dos gatos. Buscaban la soledad de las sombras y se pasaban la lengua por el lomo. De verdad parecían dos gatos. No se arañaban pero parecían estar sufriendo. Iban de un lado a otro, el susurro de sus pasos tejía con delgados hilos. Trataban de no mojarse pero se humedecían el cuerpo con sus bocas. Sí, de verdad parecían dos gatos.
Los vi saltando en los tejados, se quemaban el cuerpo con el vapor de las chimeneas. Por un rato los vi cansados. De verdad parecían dos gatos. Fueron por muchos lugares, llegué a creer que estaban perdidos. Se empujaban hombro contra hombro, porque ahora los gatos tienen hombros y los vi reírse. Sí, de verdad parecían dos gatos.
Estaban sedientos. Los gatos estaban sedientos y corrían silenciosamente entre las sombras haciendo un ruido insoportable. Eran oscuros, negros, gatos de mala suerte a quienes de lejos se les veía el resplandor de la risa. Cuando encontraron agua siguieron riéndose a carcajadas tal y como se ríen los gatos: mostrando una lengua rosada y con una expresión violenta como si en lugar de felicidad mostraran su rabia. Realmente parecían dos gatos.
Cuando bajaron de los tejados corrieron al parque. Allí los vimos. Otros como yo dejaron de hacer lo que hacían solo para ver los gatos, extraña novedad ver dos gatos a tal hora ignorando la gente. Dos gatos que parecían ser gatos. Los gatos no se daban cuenta de nosotros, corrían de un árbol a otro, fugaces como disparos negros, silenciosos como la luz que llega sin trueno. Lo juro, esos gatos parecían dos gatos.
No se daban cuenta de nosotros, ellos solamente se miraban sus pupilas. Las pupilas eran grandes, color ámbar y en la oscuridad del parque parecían faros desubicando a los navegantes. Navegamos un rato viendo los gatos acostándose en el pasto, revolcándose como árboles que han caído de sus hojas. Los gatos eran sordos, y parecían dos gatos.
Después del primer beso los gatos parecieron polvo, se fueron elevando como una maraña de ramas arrastradas por el viento. El viento nos arrebató los sombreros, los paraguas y las ganas de verlos. Quedó la oscuridad, el silencio, la soledad y todas las cosas que estaban buscando. Antes de la lluvia vi muchos reanudando su marcha, otros corrieron anunciando los males del invierno. Quedamos unos cuantos viendo los dibujos negros que se hacen en un parque cuando llueve de noche.
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