Gestora
Cultural, escritora y docente. Directora del Encuentro de Escritores
"Fuerza de la Palabra".
Difunde el trabajo literario y artístico de jóvenes y maestros colombianos por
medio del Programa Radial Tertulia Poética y de la Asociación Zona de Arte
Alternativo.
Algunos de sus textos han sido publicados en diferentes antologías. Actualmente
prepara la publicación de su primer libro que reúne poemas y cuentos cortos.
EN EL GRANERO
A Antonino Ramos
y a mis hermanos y primos,
compañeros de
los juegos que nunca gané.
Hace
muchos años murió mi abuelo. Vivía en esta casa gigante de madera que
traqueteaba con cada paso y con cada cosa: con el sol, con la lluvia, con mis pasos
bruscos y con sus pasos suaves cuando él, espiaba a mi abuela en el tocador.
Aquí
crecimos todos. Aquí y en el granero. Claro, el granero. El lugar de las
pesadillas por donde corríamos todos con sudaderas idénticas pero de diferente
color mientras jugábamos a las escondidas.
―Dieciocho,
diecinueve, ¡veinte!... ¿Ya? ¡Salgo a buscar!
Los
ojos brillantes en la oscuridad. La respiración de todos como un eco danzante.
Los pasos del buscador hacían que el frío se me metiera por los oídos y me
zumbaran los miedos. “¿Qué tal que no me encuentren? ¿Y si mis hermanos se van
y me dejan sola? ¡Ay no! ¡En el granero asustan!”.
Pasaban
los minutos y nada de nada. Poco costaba decir: “¡Estoy detrás del molino
viejo... donde hay una mesa llena de cajas, de herramientas y trapos…! Pero así
no era el juego, había que esconderse y escuchar al silencio señalándome y
haciéndome recordar los pequeños robos con mi amigo imaginario. Los nervios me
hacían dar ganas de orinar... me voy a orinar, me voy a orinar, pensaba una y
otra vez”.
―¡Un,
dos, tres, por Orlando que está detrás del tractor!
―¡Un,
dos, tres, por César que está detrás de la puerta café!
A
Sandra y a mí, no nos han encontrado... ella está con Raúl en el cuarto de las
herramientas del abuelo. Afuera se escucha la música y las carcajadas de los
tíos. Es diciembre. Me gusta diciembre porque vienen todos mis primos y jugamos
y reímos.
Mis
tíos toman cerveza y bailan. Mi abuela cocina generosamente y mi abuelo,
conversa con mi papá y algunos tíos. Hace un rato lo vi reír. Cuando sea
grande, quiero aprender a bailar, para invitarlo a la pista que es la sala de
la sala de su casa; además porque él cumpleaños el 31 de diciembre…Todo está
oscuro y pienso en mi hermanito, es un bebé que debe estar con los otros bebés
tratando de dormir con este ruido. Bueno, por lo menos él se puede mover y
hablar; en cambio yo acá, con miedo y ganas de orinar detrás del molino viejo
que huele a óxido, a metal y a tiempo, sin poder mover la cabeza y cerrando los
ojos. No sé para qué los cierro. Tal vez pienso que así ayudo a la oscuridad a
hacer sombra. ¡Me voy a orinar!”.
―¡Un,
dos, tres, por Sandra y Raúl que están en el cuarto de las herramientas!
Solo
falto yo. ¿Por qué mi hermano no me encuentra? ¡Acá estoy! Por aquí atrás… en
el hueco. Susurran. Los escucho hablar suavecito y reírse, creo que mis primos
le están revelando mi guarida a Giovanny…pero él sigue de largo y no me ve. ¡Ay
no! ¿Qué hago? ¿Qué tal si me muevo para darle una pista? ¿O si mejor gano el
juego? Pero es que... yo nunca he ganado...Ay, Dios, me voy a orinaaarrr, ya no
aguanto… me asfixio. El molino me quita el aire y su olor se mete por mi nariz
para hacerme llorar por los recuerdos... mejor voy a mover el molino, ¡aunque
está muy peeeeesaaaaaadoooo!
El
estruendo fue tremendo. Mis primos y hermanos, corrieron como locos escapando
de las benditas almas del granero. Quedé sola en medio del silencio y perdí de
nuevo…
Ahora
que he vuelto, y cuando el granero solo es un lote baldío sigo con la misma
pregunta de siempre: ¿Mi abuelo habitará este lugar que todos hemos perdido?
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